lunes, 28 de marzo de 2016

Olvidos sin nombre

Como una hoja en blanco,
en la que nadie quiere escribir
por miedo
a dejar de sentir.

Como la moneda perdida
en alguna de estas calles
que todo el mundo pisa,
pero nadie recoge.

Como el clínex que guardas
y llevas siempre contigo,
por si algún día te da por llorar,
pero que sabes que jamás usarás.

Como la canica
que rodó debajo
de aquel pesado mueble
que mamá acababa de montar.

Como ese sentimiento
que guardas en ese cajón,
que es tu corazón,
condenado a no ver la luz.

Como el niño
llorando en un rincón,
que nadie en este mundo,
quiere conocer.

Como los latidos
perdidos
de ese ser querido
al que nunca íbamos a visitar.

Como los llantos
silenciosos
de aquella madre
a la que nadie parece escuchar.

Como ese deseo
aún sin cumplir,
que tiramos a aquella fuente,
en forma de moneda.

Como ese juguete
que pediste
con tu dulce mirada,
y papá olvidó comprar.

Y espero que hayas entendido, que en ningún momento hablé de hojas en blanco, ni de monedas, ni canicas, ni clínex, ni sentimientos, ni niños, ni de seres queridos, ni de deseos sin cumplir, ni del regalo que papá jamás te compró…


He hablado de olvido sin mencionar esa palabra, y de mí, sin ni siquiera decir mi nombre.

martes, 26 de enero de 2016

1º maravilla

La conocí hace unos años,
en medio de la nada,
cuando el pelo me acariciaba en la cara,
cuando me despeinaba
y sentia su voz
en mi oído.
Me di cuenta,
ella estaba allí
sujetándome la mano,
susurrándome lo feliz que era.
Estaba conmigo,
y eso parecía suficiente
porque era tan sumamente
especial
que jamás supe por qué
cada día quería más.
Si, fui queriendo más,
saber hasta donde podía llegar.
Quería
saber que era mía
para el resto
de mi vida.
Una mañana
me di cuenta,
todo el mundo la idolatraba,
la buscaba sin cesar,
y los que no la tenían,
lloraban,
como si el mundo se acabara,
por no poder acariciar su pelo rubio cada mañana,
como si no poder oler su cabello manzana
fuera la peor de las batallas.
No me di cuenta de lo afortunado que era
por tenerla entre mis brazos,
por abrazarla,
y tocarla con la palma de mi mano.
La desconocían,
y era mía...
O eso creía.
Hasta que me di cuenta
de que no solo me quería a mi.
Que también iba con otros,
que había otros a los que quería
más que a mi,
que a ellos les hacía más felices
que a mi,
y que sus susurros estaban en oídos de otros,
que ellos también pensaban que era solo suya
ilusos,
tontos,
como yo.
Todos pensábamos que era nuestra,
y no lo era,
ella siempre fue suya.
Jamás mía,
jamás suya.
Ella mandaba sobre ella,
sobre mi,
y sobre todos.
Me enfade con ella,
conmigo,
con la vida.
Pero ella volvió,
y me explicó
que tenía que seguir su camino,
pero que siempre iba a estar conmigo
siempre y cuando la dejara ir con los que aún no la conocían.
Paradójico.
Así que la dejé ir,
se fue a seguir su camino,
y aún sigue aquí,
como me prometió.
La quise,
y aún la quiero.
Se quedó,
y por eso la amo,
sin embargo,
no es de ella de quién estoy enamorado.
Ella es Libertad,
y tiene pelo de mujer.