Como una hoja en blanco,
en la que nadie quiere
escribir
por miedo
a dejar de sentir.
Como la moneda perdida
en alguna de estas calles
que todo el mundo pisa,
pero nadie recoge.
Como el clínex que guardas
y llevas siempre contigo,
por si algún día te da por
llorar,
pero que sabes que jamás
usarás.
Como la canica
que rodó debajo
de aquel pesado mueble
que mamá acababa de montar.
Como ese sentimiento
que guardas en ese cajón,
que es tu corazón,
condenado a no ver la luz.
Como el niño
llorando en un rincón,
que nadie en este mundo,
quiere conocer.
Como los latidos
perdidos
de ese ser querido
al que nunca íbamos a
visitar.
Como los llantos
silenciosos
de aquella madre
a la que nadie parece
escuchar.
Como ese deseo
aún sin cumplir,
que tiramos a aquella fuente,
en forma de moneda.
Como ese juguete
que pediste
con tu dulce mirada,
y papá olvidó comprar.
Y espero que hayas entendido,
que en ningún momento hablé de hojas en blanco, ni de monedas, ni canicas, ni
clínex, ni sentimientos, ni niños, ni de seres queridos, ni de deseos sin
cumplir, ni del regalo que papá jamás te compró…
He hablado de olvido sin
mencionar esa palabra, y de mí, sin ni siquiera decir mi nombre.