Me encogí de hombros, y me sumergí en mi mundo de rosa, donde existían los finales felices, las historias largas, y donde los "para siempre" siempre se cumplían.
Hasta que te conocí a ti.
Entonces supe lo que era querer a alguien a rabiar, a morir, a vivir, a sentir.
Y llegaron las risas y los problemas superados, y las sonrisas ahora rotas, y los ojos mojados, y las pestañas húmedas. Y los para siempre se marchitaron, se quemaron, se murieron. Se murieron porque dejamos de cuidarlos, olvidamos regarlos igual que olvidamos regar nuestro amor.
Y entonces entendí porque los para siempre, no significan tiempo, significan cantidad.
Me di cuenta de que hay historias con la esperanza de ser libros enteros y que solo consiguen ser un capitulo con tres puntos suspensivos...
Que a veces una sonrisa se rompe, como consecuencia de ver a su sonrisa favorita junto a otra. Que matarías por una sonrisa, que ni siquiera puedes volver a besar.
Lo bueno no se acaba. Lo bueno nunca muere. Lo bueno siempre está ahí, aunque sabes que nunca volverás a vivir algo igual.
Y de un día para otro todo se acabó, pero, nunca cuenta como error si te hizo feliz. Y si, nuestro amor eterno fue breve, un placer haberte perdido...